¿Se puede vivir sin heladera?

by 8:26 p.m. 3 comentarios
En esta historia, voy a empezar a hablar de a.H. y d.H. en referencia a la compra que considero, marca uno de los hitos más importantes de mi vida. Fooaa, bue, sí, exagero un poco, solo un poco, cuando les cuente todo lo que viene a.H. van a entenderme mejor.
Hace bocha de tiempo que quería comprarme una heladerita, nada ambicioso con freezer, ciclos no frost y sarasa, me alcanzaba con que enfríe, ¿cuál era el problema? Mi completa falta de carácter y decisión.
Una lista de factores me llevaron a vivir alrededor de casi dos años sin heladera. Seee seee, se puede vivir sin este electrodoméstico, es cuestión de ingeniárselas, pero te lleva a tener cierto estilo de vida y a ser continuamente cuestionado por tus cercanos: ¿Pero y cómo hacés? Olvidate de tener hielo ¿No guardás comida? ¿La gaseosa la tomás caliente? En verano seguro te querés matar...
Soy una persona que tarda mucho en decidir cuando la compra supera los 3 mil pirulos, es como que me agarra un temor a que después me arrepienta, que no me guste, que el producto esté fallado y me lleno la cabeza de mambos, termino exhausta –casi como si hubiera tenido que rendir un final– y no decido nada.

Los factores

Para el caso de la heladera –en algún otro momento contaré otros de mis episodios de indecisión–, pasé por varias instancias hasta el día épico, hoy. Vamos a titularlos como a los nombres de los episodios de Friends porque soy una mina copada y porque estoy viendo que después voy a tener que detallar con más extensión cada uno de estos factores en otro post:
1. El del hotel residencial: cuando me mudé a Buenos Aires –no soy de la capi, después hablaré de eso también–, caí en una especie de residencial, hotel y todos teníamos una heladera comunitaria. Un armatoste de Dios sabe qué año –no era una Siam de los años 60 que caería en lo vintage y por ende, "con onda"–, de material resistente, marrón oscuro con rajaduras y rayones, que al abrirla tiraba un sonidito y olorcito curiosos (adjetivo amable). Ah sí, el hotel no era un telo, pero tampoco esos hogares para universitarios chetos, yo vivía con unos viejetes y cada tanto, con algún que otro personaje pintoresco –esos no duraban mucho– y cada uno tenía una definición distinta de lo que es higiene. Así que se imaginarán lo que significaba dejar cosas en ese aparato.
2. El de una heladera solo para mí: resulta que al dueño del residencial le caía muy bien, el viejo era muy bueno conmigo y no le fue nada fácil desalojarme, en realidad, no tuvo otra opción. Tenía la costumbre de comprar cosas usadas que le parecían una ganga, incluso cuando no tenía espacio en donde guardarlas y eso fue lo que le ocurrió con una heladera que le dejó algún antiguo huésped. Vieja, destartalada, mucho más moderna que el armatoste comunitario, seguro; me pidió permiso para guardarla en mi habitación y a cambio, me dejó usarla como si fuera mía. Yo vivía con los muebles que venían por defecto con el alquiler, solo tenía un escritorio viejo de abogado, así que no tuve reparo en quedármela, al contrario, feliz de no tener que usar el armatoste nunca más.
3. El del ataque de las cucarachas - episodio I: ¿qué atrae a estos bichitos más que nada en el mundo? con el progresivo desgaste del pintoresco y antiguo edificio de Monserrat, vinieron las cucas en todos los tamaños, colores y formas. El dueño tenía una incansable guerra con estos animalitos que aparecían, sin importar las veces que vino el fumigador –yo no sé cómo fumigaba la verdad–; el caso es que mi habitación, a pesar de ser la más grande de todas, estaba ubicada justo en frente de la cocina. Así que, gradualmente, dejé de guardar elementos en la heladera.
4. El de la mudanza de habitación: la primera a la que me mudé era la más grande de todo mi piso, lo malo es que era interna. Tenía dos puertas –eso lo explicaré con más detalle después–, pero usaba solo una y la falta de ventanas, me mantenían encerrada en un cubo psicológico. Ni bien se desocupó la habitación con balcón –antes vivía una vieja que entra en el grupo de personajes pintorescos–, salí volando para allá. Hasta entonces, el dueño había vendido la heladera prestada, creo que le ofendió un poco ver que yo no la usaba para nada.
5. El del ataque de las cucarachas - episodio II: para cuando llegué a esta instancia, había aprendido a vivir con lo mínimo imprescindible de alimentos que requieren del frío para conservarse. La mayor parte de las cosas que consumía era no perecederas y para el caso de frutas y verduras, procuraba comprarme ensaladas preparadas, o bien, lo que consumiera en el plazo de 24 horas. Pero el día en el que el dueño me dijo que era hora de desplegar mis alas y volar del hotel, coincidió con la mañana en que me dije que ya no podía seguir viviendo en un lugar en el que las cucarachas aparecían sobre mi cama, a plena luz del día, incluso cuando mi habitación estaba al otro extremo de la cocina y cuando no había nada de que alimentarse a 25 metros cuadrados a la redonda.
6. El de la costumbre: sería la etapa más aburrida y la que menos puedo justificar. Ya contaba con unos cuantos muebles propios, equipito de música, notebook, tele. Para entonces, tenía tiempo de trabajar y si había necesidad, guardaba alguna que otra cosa en la heladera de la oficina. Mis deudas eran otras y cualquier cosa tenía más prioridad.
7. El de la falta de decisión: como había explicado antes, soy una genia en estresarme al pedo por asuntos que no lo ameritan como: averiguar sobre las marcas más confiables –no hay, es cuestión de yeta–, o bien, pasearme por negocios y ver ofertas y promociones –no son la gran cosa nunca–. Esto llevó a aplazar mi tiempo sin heladera a un año y pico.
8. El de "no tenemos stock": cuando por fin me decidí por un modelo Whirpool vintage, la heladera había dejado de fabricarse. Ja. JA. Esperé casi dos meses para ver si reponían el stock, cosa que al día de hoy no ocurre. Ya veo que mañana aparecen esas Whirpool disponibles... quemo todo Musimundo.

El año cero

Miércoles 27 de mayo de 2015: llegó mi heladera.

La compré el sábado, el lunes fue feriado por el 25 y la entrega se hace en 48 hs., el martes tenía que ir al médico –primera vez en mi vida que voy a uno por un chequeo general, caso para otra historia–, así que me la trajeron hoy.


Es c: gris, como podrán ver, tiene plastiquito protector en toda la superficie, no voy a sacárselo jamás ¿Vieron que todas las cosas nuevas vienen con plastiquitos? Yo soy de las que los dejan ahí hasta que el borde se llena de tierra y más tierra y pelos y se empiezan a descascarar y aún así, siguen ahí; mis conocidos me dicen de todo, intentan quitarlos a escondidas, dejan de ser mis amigos, pero otro día –muchos pendientes ya– les voy a hablar más en detalle de eso.
Aceeeeeeepto propuestas de imanes, mi idea es ponerle cosas super copadas, que nadie más pone en sus heladeras, por ejemplo, posters de películas clásicas, pinturas famosas.
También voy a hacer algo así como un Manual de Supervivencia sin Heladera, para que todos ahorremos energía a full, cuidemos el medio ambiente. Así culmina esta etapa de mi existencia, dudo mucho que pueda vivir de esa manera de nuevo, genial juventud.

Unknown

Escoria

Blogger profesional (mentira), con especialización en marketing y comunicación institucional (chamuyo). No sabía qué escribir.

3 comentarios:

  1. llegue aca buscando formas de conservar alimentos sin usar heladeras XD Saludos.

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  2. Te entiendo perfectamente, yo tmb soy un maestro de la indecisión y la más mínima cosa puede llevarme a volverme loco por largos, largos períodos.
    Yo tmb pasé por esto de la heladera, te explico.
    Me acabo de mudar sólo (para lo cual tardé 3 años en decidirme) y una de las primeras cosas que hice fue comprar una heladera.
    Apenas me la trajeron me di cuenta que no sólo no la necesitaba: odiaba tenerla. La devolví.
    Tuve un romance con la idea de vivir sin heladera. Me encanta la idea pero me preocupa el tema de los quesos, la pizza, las tartas, la carne, algunas frutas y los tiempos.
    Por lo que a las 3 semanas me compré una idéntica a la que mostrás en la foto.
    Ahora la veo en su rincón y me perturba...no fue demasiada compra al pedo? Cuántas veces voy realmente a necesitarla? La voy a tener enchufada simplemente para mantener media porción de pizza y una birra frescas? Se justifica el gasto eléctrico?
    Me parece que estoy a punto de devolverla.
    Lo peor es que no pasa tanto por una cuestión económica,es más una cuestión de orgullo, de dignidad. Creo que me entendès. Y estos nimios detalles nos vuelven locos xD jaja saludos

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  3. Al final es posible que vivamos sin heladeras¡?¡ Quiero el manual de supervivencia

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